.1891

El tiempo siguió pasando y, al igual que las olas del mar sobre la madera del puerto, fue dejando sus marcas. Jack ya era todo un hombre. Trabajaba como despachador para la Compañía Inglesa de Comercio, madrugada tras madrugada se levantaba para realizar su labor con esmero. Por la tarde seguía gustando de subir al techo de la posada para mirar como los barcos se desvanecían al atardecer en el brillo de la espuma.

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